domingo, 21 de marzo de 2010



Cuando le habló de lo deprimido que se sentía, lo menos que esperaba era un abrazo, alguna palabra de consuelo no hubiera caído mal, sonaron una serie de campanas en su cabeza, dentro, como si en el fondo de un mar denso, tañeran por alguien que estaba obligado a ir en su búsqueda, a bucear dentro hasta encontrarlas en un templo desierto, solo, con unas campanas llamando. Su risa rompió el hechizo, la risa era disonante, rompió la atención. Convoco la presencia del soñante. Y a la pregunta, solo pudo responder; no Sra. No estoy enamorado de usted, mientras su garganta se llenaba de un amargo fluido, de las palabras que no pudo pronunciar.



Jacob.


es lo mismo